Capitulo 8 “Un vistazo a la realidad”
Demasiado tarde para los guardias, ya habías desaparecido de su vista.
Un gran cerco negro de dos metros era lo que rodeaba esa antigua escuela abandonada, era grande y espaciosa, aunque estaba a oscuras, lo único que iluminaba eran las estrellas, pues la fase de la luna era nueva.
Caminabas cojeando, dejando manchas de sangre. Era un vecindario solitario, las casas cercanas eran antiguas y deshabitadas. Ves esa escuela vieja y abandonada, fue el primer lugar que se te ocurrió como refugio. Tratas de escalar esa gran reja de acero negro, pero te es bastante complicado: Pues tenías una gran herida en todo el abdomen y estabas completamente deshecho, y sangrabas por todo tu cuerpo.
Tratando de escalar ese cerco dejabas marcas de sangre, poco a poco subía hasta llegar al punto más alto del cerco, a punto de dar la vuelta a la reja, te resbalas dando una voltereta en el aire y cayendo de espaldas contra el duro y deshecho asfalto que tapizaba todo el jardín de ese viejo edificio.
Miraste a las estrellas; esa noche su luz irradiaba más que nunca. Te costó trabajo volverte a poner de pie, cuando notas algo extraño, el dolor se había ido, y tu herida estaba sanada: en cuanto a tu piel seguía carnosa y ardiente.
Al ponerte completamente de pie te das cuenta que de todas las cosas que se hallaban tiradas en ese edificio, periódicos viejos, botellas, trozos de madera, pañuelos sucios, pedazos de yeso e incluso algunas aves muertas.
Al ver todos esos materiales tú mirada se fija en la gran puerta de entrada a aquel edificio. Te pones de pie y corres hacia ella cuando escuchas patrullas a lo lejos.
Esa puerta parecía muy antigua pues tenía marcos de acero oxidado, era color caoba tenía algunas manchas blancas y rasgaduras.
Intentando abrir a prisa la puerta te das cuenta observas que la puerta tiene candado: era grande viejo y oxidado. Cuando de pronto notas que lentamente se acercan luces estroboscópicas color rojo y azul. Así que corres desesperado a una ventana que estaba entreabierta, al intentarla abrir notas que está atascada, intentaste abrirla con todas tus fuerzas pero era inútil, cuando estabas casi dándote por vencido ves una roca del tamaño de tu puño y la lanzas con todas tus fuerzas hacia la ventana. Botaron cientos de pedazos de vidrio por todas partes, parecía que llovían cristales, pareciera que caían en cámara lenta, era un momento hermoso pero no era emotivo según la situación, pues lo que más importaba era esconderte. Al escalar el muro para llegar al otro lado no te importaba que aún quedaban pedazos de vidrios incrustados en el marco de la ventana. Al sentir el impacto del frio, húmedo y duro piso intentas hincarte para observar por la ventana lo que sucedía haya afuera.
Al acercarse aún más las luces te das cuenta que no era exactamente una patrulla, era un simple carro moderno con luces estroboscópicas y de neón, en ese carro había un chico y una chica de aproximadamente diecisiete años. Se paró frente a la entrada de la escuela y aquellos chicos comenzaron a besarse. No le tomaste importancia a eso. Te das la vuelta recargándote sobre la fría y muerta pared, deslizándote lenta y detenidamente hasta llegar al suelo.
Había un pequeño charco enfrente de ti, te acercaste lentamente a él: Podías observar claramente que ese no era tu rostro, completamente deshecho, no sabias en lo que te habías convertido. En eso una gota de sangre cae en el charco agitándolo completamente y transformándose la clara agua en obscura y espesa sangre. Volteaste hacia todas partes para identificar algún peligro en ese lugar, estaba completamente vacío, parecía todo menos escuela, había grafitis por todas partes, gotas caían del techo, era un lugar frio y húmedo, había pocas ventanas. El agua que se transformo en sangre ya se había calmado justo cuando empieza a volverse a agitarse nuevamente, un ligero sonido retumbaba tus oídos se volvía muy repetitivo, en eso las sirenas de la policía empezaron a sonar más fuerte y cerca que antes. Por más que querías tus piernas no respondían, un ligero bip empezó a son cuando de pronto un estrepitoso ruido te despierta, era como si hubieran tirado un escritorio desde un octavo piso.
Pedazos de madera y acero botaban por todas partes, personas armadas y con traje de fuerzas especiales entraron por una pared a unos cuantos metros, todos te rodearon mientras te apuntaban, helicópteros y patrullas se escuchaban por todas partes, reflectores apuntaban el edificio. Todo se enmudeció veías como los hombres armados te apuntaban y les hacían señas a los demás, uno te levantó y te aventó contra una pared violentamente mientras te ponía unas esposas en las muñecas y en los tobillos.
Te escoltaban más de ocho hombres armados mientras te metían violentamente dentro de un auto blindado. No sabias a donde te llevaban había un silencio de muerte, lo único que se podía escuchar es el roce de las llantas en el pavimento, estabas rodeado por hombres armados, no podías hacer nada solo esperar a ver lo próximo que viniera, ya no te podía sorprender nada.
El auto blindado pasaba por una carretera completamente vacía, iban tres patrullas tras al auto blindado y dos más al frente, podían verse los conductores como tenían un casco y estaban uniformados como los demás. Estaba completamente obscura y solitaria la carretera. De pronto del silencio se oye como una de las patrullas de adelante quema llanta y el auto blindado empieza a serpentear un poco. Observas a los hombres armados como se asomaron para la cabina delantera y en eso se oye como dos metales chocan y vidrios se despedazan, el conductor del auto blindado hace una maniobra con el coche pero no resulto de lo mejor pues el auto se empezó a balancear hacia un lado y luego al otro, fue entonces cuando el auto empezó a volcarse dando decenas de vueltas por la carretera, pedazos de vidrio botaban por todas partes, el auto se estaba comprimiendo por los golpes, todo daba vueltas…
Todas las patrullas se encontraban volcadas y en llamas, los oficiales estaban muertos o inconscientes al igual que tu.
Horas después despiertas, todo se veía borroso, cuando se empieza a tornar claro notas que estabas en una celda, solo tenias vendada toda la cara, tenias los brazos quemados y carnosos. No había ni una sola ventana solo una puerta de acero, y luces en el techo, las paredes al igual que el techo eran blancas, el suelo era gris, tenias un traje completamente azul claro. Al intentar levantarte te diste cuenta de que algo ocurría. Estabas en una camilla; tus brazos y tus piernas al igual que tu cuellos estaban atados a la camilla.
En eso se escucha como abren la puerta, era un hombre de blanco, de unos cincuenta años, junto con una muchacha de unos veinticinco años con una tabla para anotar algo. Y estaban escoltados por dos policías que se quedaron esperando en la puerta.
El hombre tenía un pequeño vasito de plástico con dos pastillas. Una blanca y una azul: La pastilla azul tenia forma ovalada, la blanca tenia forma circular y mucho más pequeña que la otra.
-Buenos días – Solo lo miraste no respondiste nada – por fin despertaste dormilón – te lo dijo con una sonrisa en la cara, como si le alegrara decirte eso – aquí está tu medicina, recuerda tomártela para que mejores.
-Que sucede que hago aquí ¡¿QUÉ ES ESTE LUGAR!? – Le gritaste al hombre que aun tenía una sonrisa en su cara. Y hecho una risilla.
- ¿acaso te lo tengo que repetir? Este es tu hogar desde hace más de diez años – te respondió sin preocupación. Tu corazón se aceleró y respondes con un tono de voz alto.
-¡¿Qué paso con los oficiales, y el auto blindado… Y el fuego y.. todas esas armas?! – lo decías bajando tu tono de voz.
-Ay, cuantas veces te lo tengo que decir que eso no existe, nunca paso eso, tu imaginación juega contigo – Raramente al hombre aun no se le borraba la sonrisa de la cara hasta el momento en que te empezaste a desesperar:
-¡QUE RAYOS ES ESTE LUGAR! ¿¡QUE HAGO AQUÍ!? ¿¡Qué no comprende que los matará a todos!? – al gritar escupías saliva. Y al hombre se le borro por completo la sonrisa de la cara y le murmuro algo al oído a la mujer que lo acompañaba, y salió a un paso acelerado de la habitación en que estabas. -¡QUE VA HACERME! –
La mujer sacó una jeringa -¡NO ALEJESE DE MI! ¡NO ME HAGA DAÑO! –
-Lo siento es por tu bien – dijo nerviosa la mujer apuntándote a tu brazo con la jeringa aunque le iba a ser casi imposible inyectarte por tanto que te movías. Y de golpe te encaja la jeringa.
-¡NO! ¡No! No… - empezaste a bajar el volumen de voz. Lo último que alcanzaste a ver fue como te hacían tomar las pastillas y todo se torna negro.